MIEDOS Y COVID19 (II)

Parte 2

Como continuación al documento anterior sobre Miedos y COVID19, he considerado necesario o, al menos de utilidad para profesionales y público en general, escribir este segundo documento para ampliar la información sobre la naturaleza de las “situaciones o reacciones de miedo” y los diferentes modos de resolverlas.

Anteriormente, en el mes de abril, escribí que las consecuencias de la epidemia provocada por el virus SARS CoV2, no iban a aparecer en los meses siguientes, sino que se estaban generando en esas primeras cuatro semanas de confinamiento y saturación de informaciones sobre saturación de urgencias hospitalarias, personas contagiadas y fallecimientos diarios.

En los meses próximos, simplemente, nos veremos en la necesidad, los profesionales, de atender la peticiones de ayuda psicológica para resolver esas consecuencias y la población, de buscar la forma de conseguir una asistencia psicológica eficaz y disponible.

Para ello, he considerado de interés ampliar el análisis de las “reacciones de miedo” y de las “situaciones de miedo”. Veamos las diferencias entre ambas:

Uno.

En primer lugar una “reacción de miedo” consiste en una activación automática y totalmente involuntaria, de una zona o estructura del sistema emocional. Cuando el sistema de alerta del organismo detecta la aparición de una imagen, un sonido, un olor o un contacto que constituye un riesgo para el bienestar o, en caso extremo, para la supervivencia, el sistema emocional llevará a cabo unos cambios fisiológicos que serán detectados por el sistema cognitivo como indicadores de “miedo o temor”.

Aquí reside el núcleo de la cuestión: en los animales no hay sistema cognitivo que “interprete” y “valore” los riesgos, simplemente, la detección de un peligro activa la emoción (probablemente la misma reacción fisiológica que en los humanos) y ésta provoca una reacción motriz de huida o paralización.

En cambio, en los seres humanos, la secuencia detección de riesgo-activación de la conducta de huida o paralización, se interrumpe a medio camino por la intervención del sistema cognitivo.  Bien es cierto  que, como toda emoción, si la intensidad del miedo es muy elevada, el organismo interpreta que no hay tiempo para reflexiones y activa de modo inmediato la reacción de huida.

En casos de un miedo bajo o moderado, el sistema cognitivo se pone en marcha y, primero identifica el origen de la emoción (¿de dónde viene el riesgo?), después lo interpreta y lo valora en una escala de “escaso” a “elevado”; posteriormente busca alternativas posibles para evitar el daño, anticipa las consecuencias probables de cada opción o alternativa que se le ocurre y, finalmente “toma una decisión” con la cual puede o no resolver la situación.

Dos.

Lo que hemos descrito anteriormente corresponde claramente a una “reacción de miedo”, pero ¿cuál es la diferencia con una “situación de miedo”?

La reacción es un elemento que pertenece exclusivamente al individuo, muy diferente a una situación, en la cual el individuo forma parte de ella pero no exclusivamente. Las circunstancias físicas y sociales, las experiencias vividas con anterioridad, los ejemplos de otras personas en situaciones iguales o muy parecidas, influyen en cada persona de manera diferente.

Por ejemplo: no viven una situación idéntica el domador de un grupo de tigres en un circo, que un espectador que aceptara entrar en la jaula a invitación del domador.

No viven del mismo modo una situación en la que un avión comercial atraviesa una zona de turbulencias los pasajeros con mucha experiencia en volar que quienes vuelan por primera vez, o que el personal de vuelo o los pilotos.

Sin embargo las sensaciones que llegan al sistema emocional son las mismas para todos, la diferencia residen en cómo piensan sobre esas sensaciones y el elemento que las provoca (los tigres o las turbulencias).

He aquí, lo que queremos expresar al hablar de “situación de miedo o temor”. En una situación de miedo, los elementos que la constituyen son, tanto el suceso o fenómeno que provoca la sensación de temor, como los pensamientos de la persona respecto del grado de peligro, de las opciones que tiene para evitar un daño y de las posibilidades de resolver la situación.

Por ello, en una “reacción de miedo”, el elemento que la desencadena está presente realmente, mientras que en una “situación de miedo”, es posible que dicho elemento no esté presente, sino que es “imaginado” por la persona y que los cambios fisiológicos se produzcan como resultado de los pensamientos que se asocian de manera simultánea a la imagen del elemento que se considera peligroso.

Este proceso no es en modo alguno diferente a las emociones que sentimos cuando imaginamos que nos reunimos con una persona querida, que comemos un helado, postre o comida muy agradable, etc. 

Cómo aplicar este análisis a las situaciones de miedo provocadas por la epidemia que constituye la COVID19?

Al menos los profesionales, al atender solicitudes de ayuda de la población, para sí o para familiares (pareja, padres, hermanos, hijos, etc.) tienen que diferenciar y detallar los casos como “reacciones de miedo” y como “situaciones de miedo”.

Una persona puede relatar que siente miedo cuando se encuentra en determinados lugares, con determinadas personas, cerca o en contacto con algunos elementos: asientos de medios de transporte, etc. Este sería un caso de reacciones de miedo y requieren un tipo de intervención profesional.

En otros casos, probablemente mucho más numerosos, el profesional debe atender a personas que sufren episodios de miedo, pero en ausencia de elementos reales. Son los casos en los que la persona comunica que más o menos frecuentemente le sobrevienen “pensamientos de temor”. Esta es una expresión técnicamente incorrecta ya que no le pueden sobrevenir “pensamientos de miedo”. Lo que le “sobreviene”, a veces de manera involuntaria y otras muchas más de manera voluntaria, son ideas en las que se imagina, se ve, en contextos físicos que considera peligrosos y que, por ello, le activan emociones de miedo.

La intervención psicológica de estos casos tiene algunos componentes comunes, pero otros muy diferentes de los casos de “reacciones de miedo” y, si el profesional no ha establecido claramente la diferencia y no sabe aplicar métodos diferentes a cada caso, no solo no podrá ayudar a su cliente, sino que, involuntariamente, puede agravar la situación. De ahí la importancia de elegir bien al profesional a quien acudir.

De especial relevancia es el caso de los miedos y los estados de ansiedad, que se han ido estableciendo y que se espera que se incrementen en los próximos meses,  en numerosos trabajadores de todos los ámbitos: educación, sanidad, administración, producción, comerciales, repartidores, ejecutivos, etc. de todo tipo de instituciones, entidades públicas y privadas, organizaciones,…

Los resultados preliminares llevados a cabo por la División de Investigación y Estudios del Grupo ALBOR-COHS, mediante la administración a una muestra de más de 700 personas de población general del Perfil de Impacto Emocional de la COVID19, ha confirmado la extensión de estas situaciones de miedo.

En el GAC de Psicología, tanto los Psicólogos en Alcalá de Henares, como los Psicólogos en Bilbao, trabajan con los mejores métodos para resolver tanto las “reacciones”, como las “situaciones” de miedo relacionadas con la COVID19.

Mayo, 12, 2020

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