Construimos a las personas

    NO CONOCEMOS, SINO QUE CONSTRUIMOS A LAS PERSONAS

En efecto, cuando creemos que empezamos a “conocer” a una persona, niño, joven, adulto o anciano, en realidad estamos empezando a “construirla”.

Cada persona tiene unas características físicas, que no son modificables, aunque las percibimos con matices únicos. Sin embargo, las características psicológicas no son observables y nosotros las construimos en la medida en que nos interesa. Si una persona no nos interesa de manera especial, nuestra construcción es ligera y superficial: nos quedamos con las características más evidentes: simpatía, cordialidad, sentido del humor, egoísmo, generosidad, buen gusto, etc.

Otra cuestión bien diferente es cuando alguien nos interesa  mucho. Sea por el motivo que sea, pero Juan o María nos interesan, nos gustan y, en el trato cotidiano con ellos, los vamos “construyendo”.

Construir una persona es atribuirle de manera inequívoca, sin dejar lugar a dudas, unas características psicológicas.

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