Tras más de treinta y ocho años de ejercicio profesional, necesariamente se ha recorrido un largo camino. En mi caso este camino ha sido, por una parte homogéneo (dedicado intensamente al ejercicio profesional de la psicología como una profesión de servicio a personas que, por unas u otras razones, han visto reducido su bienestar) y, por otra parte, muy heterogéneo, ya que esta actividad profesional la he realizado tanto en el campo de la Salud como en el de la Educación, mediante actividades de
- consultoría con niños, jóvenes, adultos y parejas,
- investigación, desarrollando instrumentos y métodos de evaluación y tratamiento de diversos problemas
- y de formación, con cursos para padres, maestros, profesionales de la Psicología, Pedagogía, PsicoPedagogía, Trabajo Social,…
Educado por mi familia con un alto sentido ético y moral, he practicado y practico mi profesión ajustándome de manera estricta al artículo primero de nuestro Código Deontológico. Este artículo exige al psicólogo que en todas sus actuaciones oriente su acción a lograr el mayor bienestar de su cliente.
Por otra parte, pienso que todo profesional solamente puede convertirse en tal gracias a los recursos que la sociedad a la que pertenece pone a su disposición, desde la educación infantil a la educación superior: maestros, libros, bibliotecas, etc. Por ello, y recogiendo el testigo de otros hombres y mujeres que han actuado como modelos de conducta profesional para mi, inculcándome con su ejemplo una actitud de responsabilidad social que, a mi vez, he transmitido a mi propio hijo y a mis alumnos/as, he tratado y sigo haciéndolo, contribuir en la medida de mis posibilidades al desarrollo de la ciencia y a la transmisión y difusión del conocimiento veraz y contrastado. Prueba de ello es la mayor parte de mi actividad detallada en el currículo publicado.
Asimismo, he procurado denunciar públicamente, a través de todo tipo de medios: artículos, libros, capítulos de libros, participación en programas de radio y televisión, conferencias, congresos, cursos, páginas web, …, cualquier información referente a conocimientos erróneos, falsos, desfasados y superados por otros nuevos y mejores, de modo que se pueda evitar cualquier tipo de perjuicio o limitar la ayuda que requieren menores y adultos. Estas acciones no siempre han sido bien interpretadas por quienes veían afectados sus intereses económicos, académicos o profesionales. Tal ha sido el caso de algunos Colegios Oficiales de Psicólogos, como el de Madrid, cuyo decano, al frente de una Junta de Gobierno de dudoso criterio, me ha abierto tres expedientes deontológicos cuyo desarrollo (en condiciones de absoluta indefensión jurídica por mi parte) concluyeron en forma de «castigo».
El primero, tan ridículo como suspenderme un día de ejercicio profesional porque, al tomar un café con una cliente después de la consulta, se valoró como que «no dejé claro el papel del profesional».
El segundo, tras publicar la única obra que pone como ejemplo algunos test psicométricos defectuosos, sin fundamento técnico alguno, concluyó con la valoración de que con tal libro «había desprestigiado a la profesión». Claro está que dicho libro (Cómo Valorar Test Psicométricos) yo solo contribuía al «posible desprestigio» de dichos test y de los profesionales y profesorado universitario que los empleaban en sus tesis doctorales e investigaciones.
Este hecho afectaba al editor de algunos de ellos y quizás al decano de Madrid y a otros miembros de la Junta de Gobierno. El editor (TEA Ediciones) interpuso una demanda mercantil acusándome de falsear y mentir en dicho libro. Esta demanda fue rechazada por absoluta falta de pruebas, tanto por el Juzgado de lo Mercantil, como por la Audiencia Provincial de Madrid. A pesar de la ausencia de tales pruebas, el instructor, Sr. Javier Urra, quien unos años más tarde en rueda de prensa en San Sebastián parece ser que afirmó haber inducido al suicidio a algún cliente suyo por pederastia, ignoró todas mis alegaciones. Este hecho en total contradicción con lo mismo que fue objeto de demanda judicial rechazada por falta de pruebas de la acusación, terminó en una condena deontológica que nunca cumplí.
Por supuesto, el Sr. Urra, nunca fue objeto de demanda ni castigo deontológico por sus afirmaciones en dicha rueda de prensa. Solamente, de una manera silenciosa y discreta, dejó su cargo de Presidente de la Comisión Deontológica del COP de Madrid y… «no se hable más del asunto».
¿Quién ha denigrado a la profesión de Psicólogo? ¿Quién ha puesto de manifiesto sin prueba alguna en contra que algunos de los test más empleados carecen de validez o fiabilidad, o quién renuncia a priori a ayudar a un pederasta y «le sugiere el suicidio como una salida ética»?
Por tercera vez la juiciosa Junta de Gobierno presidida desde hace, ¿cuántos años?, por el Sr. Fernando Chacón, inicia contra mi un nuevo proceso deontológico condenándome porque llevé a cabo un contrainforme de una colega que pretendía colaborar a meter siete años en la cárcel a un hombre declarado inocente en dos sentencias, mediante un informe plagado de errores e insuficiencias metodológicas. La Comisión Deontológica estableció y el Sr. Decano y su Junta de Gobierno ratificaron, que «debía haber pedido permiso a la colega para hacer el contrainforme…». Además, pese a que tras la presentación de mi contrainforme, tanto la Fiscalía como la Acusación particular retiraron los cargos contra mi cliente y que el Juez incluyó en la sentencia parte de mi informe, los ilustres miembros de la Comisión Deontológica y de la Junta de Gobierno establecieron que mi informe no «era suficientemente claro».
Pues bien, pese a estos poco relevantes avatares, a los que se añaden otros más, prueba indiscutible de la bajeza moral de numerosas personas, han sido mucho más numerosas las muestras de aprecio y agradecimiento que he recibido. Lo cual, en pleno ejercicio de la “Ley del Efecto” constituye para mí un “refuerzo” que me anima a continuar defendiendo el ejercicio honesto y riguroso de la Psicología (véanse mis publicaciones científico técnicas y mis distinciones profesionales).